La vid es uno de los cultivos perennes más extendidos a nivel mundial, por lo que tiene una gran importancia económica, ambiental y cultural. Desde su domesticación inicial en Asia occidental y el Cáucaso hace alrededor de 11.000 años, el cultivo de la vid ha estado ligado a nuestra cultura. Podríamos decir que, en cierto modo, nos define como sociedad. Su estudio ha sido de gran interés desde la antigüedad, tal y como atestiguan los textos de autores clásicos como Plinio el Viejo o Columela. Sus tratados, de más de 2.000 años, todavía siguen siendo de actualidad y son considerados como referentes. Sin embargo, el cultivo de la vid de antaño poco se parece al de hoy en día, ya que son muchos los factores culturales, ambientales y de manejo agrícola que han cambiado.
El cultivo regenerativo de la vid
El cultivo tradicional de la vid se basaba en un manejo agrícola más integrado con su entorno. El suelo y la biodiversidad asociada al cultivo (plantas adventicias, insectos, aves, fauna edáfica, microbiota, etc.), junto con un mayor ciclado de nutrientes, aseguraban una mayor resiliencia a los factores ambientales adversos.
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