Ahora ha surgido un nuevo producto, derivado también del alperujo, el biochar. Un biocarbón elaborado a través de pirólisis o gasificación de biomasa que promete resultamos muy prometedores. Sin olvidar que es un sistema óptimo para fijar carbono en el suelo del cultivo. Álvaro Espuny, CEO de Carboliva, empresa que lo está produciendo ya en Jaén, asegura que, “a diferencia de los abonos orgánicos que se descomponen rápidamente, el biochar actúa como una esponja que retiene agua y nutrientes y además aloja a los microorganismos que ayudan a mantener la vida del suelo, especialmente durante períodos de sequía”.
Un producto en el que están trabajando también los investigadores del centro Venta del Llano del IFAPA en la localidad jiennense de Mengíbar. Gabriel Beltrán, investigador titular, asegura que la tecnología y el proceso de elaboración están bastante maduros, aunque aún queda trabajo para conocer cómo sacarle todo el partido. Ahora mismo están ensayando dosis máximas de seis toneladas por hectárea, aunque asumen que la óptima estará más cercana a las cuatro. “Pero claro, se echa una única vez. No tienes que estar añadiéndolo todos los años. Se forman agregados con el suelo y favorece la liberación lenta de los de los nutrientes. Aumenta la retención de agua. Tiene una capacidad de retención del agua de 78%”.
En Almería están explotando, por ejemplo, el uso de residuos del cultivo de hortícolas en invernaderos para autocompostaje. Y, yendo un paso más allá, también están trabajando con biofertilizantes líquidos, lo que se conoce como té de compost. Un biofertilizante que se puede utilizar en fertiirrigación. María del Mar Téllez, técnico especialista principal del IFAPA en el centro la Mojonera de Almería, explica que la otra gran línea en la que están trabajando en la incorporación de restos vegetales al suelo: “Es una técnica en la cual el cultivo actúa como un abono vegetal”. Otro investigador del centro, José Ignacio Marín-Guirao, lleva años analizando las ventajas de esta técnica. “Conseguimos llevar adelante el cultivo de tomate mediante la incorporación de 3,5 kg de material fresco. Únicamente recibía agua, sin aportes adicionales de fertilizantes. Nos ayudó a reducir los aportes hídricos en un 37%, un tema fundamental en este clima desértico”.
¿Te interesa? Descárgate gratis el reportaje completo: