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Enfermedades fúngicas en el viñedo de Castilla y León

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VIÑEDO

23/01/2025

1 minutos en leer

Descorchar una botella de buen vino es una experiencia sensorial única que va íntimamente ligada a la calidad de las uvas con las que se elabora. La lucha contra las enfermedades del viñedo es el principal problema al que se enfrenta el viticultor para mantener la uva en unos estándares sanitarios adecuados como exige el prestigio de las 17 figuras de calidad con que cuenta Castilla y León, sin olvidar el papel primordial del sector en la economía regional y como motor del mantenimiento de la población en las zonas rurales. Por ello, el Observatorio de Plagas de Castilla y León de la Consejería de Agricultura, Ganadería y Desarrollo Rural incide en la importancia del conocimiento de algunos agentes fúngicos que amenazan la uva y que repasamos en este artículo.

Mildiu

Comenzamos con el Mildiu, aunque popularmente se piensa que es una enfermedad fúngica, en realidad se trata de un oomiceto (Plasmopara viticola) del reino Protista, que presenta una enorme capacidad para causar pérdidas significativas en la producción y la calidad de la uva.

Ataca a todos los órganos verdes de la vid, principalmente a hojas y racimos, siendo necesarias unas condiciones para su desarrollo, lluvias repetidas con temperaturas entre 20°C y 25°C, aumentando el riesgo si a una primavera cálida y húmeda le sucede un verano caluroso y con precipitaciones frecuentes. La contaminación primaria y la aparición de los primeros síntomas suele seguir la regla de los tres dieces: brotes de al menos 10 cm de longitud, precipitaciones mayores a 10 mm y temperatura media superior a 10°C.

Durante la primavera aparecen los primeros síntomas en hoja, pequeñas manchas de aspecto aceitoso en el haz, que se corresponden en el envés con una pelusilla o borra densa y blanquecina, siendo las hojas jóvenes las más vulnerables. Según avanza la enfermedad las manchas se hacen angulares, dispuestas en mosaico, se oscurecen con un color pardo rojizo y se secan, pudiendo llegar a producirse una defoliación. Los brotes y sarmientos tienden a curvarse en forma de cayado, se cubren de una pelusilla blanquecina y pueden llegar a secarse. Las flores y granos recién cuajados que comienzan expresando de nuevo una pelusilla blanquecina, son especialmente sensibles cuando es afectado el raquis, que se curvará y puede terminar secándose. A partir del estado de grano tamaño guisante, se arrugan y desecan, pudiendo no seguir la esporulación, lo que se conoce como mildiu tardío o lavado. A partir del envero si no ha habido afección previa, el racimo ya es poco sensible a la enfermedad.

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