El encuentro fue posible gracias al patrocinio del Foro Interalimentario y la colaboración de Reale Seguros y, precisamente, incertidumbre fue la palabra elegida por los tres integrantes de la mesa de análisis, para definir el clima que reina en el sector, porque, como indicó Clara Aguilera, “EE. UU. es el principal destino de las exportaciones de la UE y el segundo en materia agrícola”.
Y es que el presidente norteamericano está ejecutando un modelo de política alejado del sistema multilateral que ha operado en los últimos 30 años en el marco de la Organización Internacional del Comercio. “Trump viene a romper las reglas de las que hemos disfrutado durante estos años y, sin duda, habrá ganadores y perdedores”, remarcó Fernando Miranda, consejero de Agricultura ante la ONU y otros organismos internacionales.
Frente a este escenario, Leonor Saiz, vocal de la Junta Directiva del Foro Interalimentario, expuso que, con este escenario, “para las empresas es muy complicado hacer una planificación estratégica” y puso cifras a nuestras exportaciones alimentarias “72.000 millones de euros es lo que nos jugamos”. No sin subrayar que a pesar de que se trata de un momento de enormes desafíos, también ofrece oportunidades, entre ellas una mayor apuesta por la eficiencia o la apertura de nuevos mercados.
Un guion preestablecido
Este marco de incertidumbre está avivado por el lenguaje político de Trump, lo que, a bote pronto, podría dar pie a pensar que la nueva administración de EE. UU. se mueve sin un plan. Sin embargo, la realidad es otra. “La administración Trump se lleva preparando desde hace mucho tiempo para tomar el poder y así lo ha reflejado el documento ‘Proyecto 2025, mandato para un liderazgo’ donde está descrito buena parte de lo que está haciendo. Hay un guion preestablecido y los argumentos ya está descritos”, subrayó Miranda.
En ese guion, explicó Clara Aguilera, están definidos los sectores que EE. UU. considera estratégicos para los intereses de su país y que deben ser especialmente protegidos, y uno de ellos es el agroalimentario. De hecho, este sería uno de los motivos por los que la UE, que ya conocía con anterioridad las intenciones de Trump, impulsó el acuerdo comercial con Mercosur.
Queda claro que la geopolítica y, por ende, la política comercial, se están adentrando en una nueva etapa con una forma de hacer desconocida hasta la fecha. Y “ante esta convulsión del comercio internacional, todo el mundo quiere garantizar su posición, porque Trump está mostrando un nacionalismo exacerbado”.
Por ello, incidió Leonor Saiz, “deberíamos pedir a las administraciones que trabajen para que este cambio tan brusco que se ha visto desde la llegada de Trump al poder tenga el menor impacto en nuestras empresas”.
Porque, como expuso Clara Aguilera, en muchas ocasiones, “la política comercial es una forma de hacer política y aglutinar intereses por parte de todos los países”. Y, en este contexto, son muchos los frentes que se suman a la llegada de Trump: su continuidad o no en la OMC, el desenlace de la guerra en Ucrania o los resultados electorales en países del entorno europeo, que pueden hacer que se incline la balanza hacia un lado u otro en el seno de la UE.
Cambio de ciclo
Estamos por tanto frente a un nuevo orden internacional para la política agroalimentaria. Con estas cartas sobre la mesa, los diferentes países deben estudiar muy cuidadosamente sus movimientos porque, como señaló Leonor Saiz, “vamos a pasar por un proceso de reingeniería de la globalización”, que se suma a la idea de la defensa de la soberanía alimentaria surgida a raíz del COVID, la falta de reciprocidad en los acuerdos comerciales con terceros países y que tiene como broche el auge de los nacionalismos exacerbados -con Trump a la cabeza-.
¿Qué hacer entonces? Fernando Miranda responde en referencia a la soberanía alimentaria: “No se puede producir todo en todas partes, yo prefiero hablar de soberanía estratégica. Necesitas proveerte de fuera, hay que tener una apertura hacia el comercio internacional, pero teniendo suficiente grado de autonomía para no quedar expuesto”.
Y añade respecto al futuro de las relaciones comerciales: “EE. UU. tiene una mentalidad práctica y no va a estar en guerra permanente en el ámbito comercial, buscará un nuevo equilibrio. Y la UE debe jugar con un perfil más alto”, porque las relaciones internacionales y las relaciones derivadas de ellas van a ser fundamentales para lograr reequilibrar en nuevo orden mundial y anticiparnos al posible impacto de las decisiones que pueda adoptar Donald Trump.